2024-05-26

Emotiva Santa Misa de clausura de la 1º Bienal Católica 2024 presidido por el Nuncio Apostólico Mons. Vicenzo Turturro

Mons. Vicenzo Turturro, Nuncio Apostólico en Paraguay, presidió la Santa Misa de Clausura de la Primera Bienal Católica 2024 organizado por la Diócesis de la Santísima Encarnación y la Universidad Católica Campus Itapúa UCI. Homilía que fue concelebrada por Mons. Francisco Javier Pistilli Scorzara Obispo de la Diócesis de Encarnación, así como por los obispos Pedro Collar, Obispo de la Diócesis de la Diócesis de Ciudad del Este, el obispo emérito de la Diócesis de Encarnación, Mons. Ignacio Gogorza Izaguirre, Obispo Emérito Auxiliar de la Diócesis de Encarnación, Mons. Claudio Silvero Acosta, Rvdo. Kornelius Bolli Provincial Superior del Verbo Divino en el Paraguay, P. Narciso Velázquez, Rector de la Universidad Católica “Nuestra Señora de la Asunción” UC, así como presbíteros del Clero Diocesano y sacerdotes invitados de diversas diócesis del país.
Las voces del Coro de la Universidad Católica Campus Itapúa, solemnizaron los momentos de la celebración eucarística, con el acompañamiento del conjunto instrumental “Arioso”, y el solista Ariel Pereira.
Homilía de S.E. Mons. Vicenzo Turturro
Nuncio Apostólico de su Santidad el Papa Francisco
SOLEMNIDAD DE LA SANTÍSIMA TRINIDAD

1ª Bienal Católica Encarnación, 26 de mayo de 2024
“Dichoso el pueblo que el Señor se escogió como heredad. Queridos hermanos y hermanas, hemos rezado en el Salmo de esta Solemnidad de la Santísima Trinidad. Dichoso que yo recibí el don de Dios de venir a encontrarme con cada uno de ustedes, que juntos con su Obispo, Mons. Francisco Javier Pistilli, están celebrando la Primera Bienal Católica con la Universidad Católica del Paraguay – Campus Itapúa. Gracias, Excelencia, por la invitación, que aprecié mucho”
Me honra darles a ustedes, a sus familias, a los jóvenes y a todos los que participaron de este evento el saludo y la bendición de su Santidad el Papa Francisco. En su mensaje Él insta a que esta Bienal sea ‘una ocasión propicia para estrechar lazos de fraternidad y compartir la alegría del Evangelio’. El Santo Padre nos ‘anima a abrir las puestas del corazón a Dios y a los demás, favoreciendo espacios de diálogo, solidaridad y participación, y caminando juntos como peregrinos de esperanza’. ¡Que lindo estas palabras del Papa Francisco nos lleguen justamente en el día en el cuál toda la iglesia celebra a la Santísima Trinidad, fuente de diálogo, solidaridad y amor para el mundo entero!
El pasaje del Evangelio que acabamos de escuchar nos muestra a los apóstoles que se reúnen en Galilea, en el ‘monte que Jesús les había indicado’. Allí tiene lugar el último encuentro del Señor Resucitado con los discípulos. Sin embargo, ese encuentro no es un punto final de la historia, sino el comienzo de una nueva historia. Cristo les encomienda a los discípulos el mandato de continuar su obra. Les confiere una misión ¿Cuál será la misión de esos Apóstoles? Jesucristo los envía para anunciar, bautizar y recorrer el camino trazado por Él mismo, es decir, vivir el Evangelio en el día a día. Por cierto, es una tarea muy exigente. Pensando en nuestras debilidades, el primer sentimiento que surge en nosotros es sentirnos inadecuados. Pero no debemos desanimarnos. Oigan lo que el Papa Francisco dijo a los jóvenes reunidos en Venecia en ocasión de la Bienal de esa ciudad: ‘Todos hemos recibidos un gran don, el de ser hijos predilectos de Dios y estamos llamados a realizar el sueño del Señor. Ser testigos y experimentar su alegría. No hay cosa más hermosa. […] Hoy estamos aquí para eso: para redescubrir en el Señor la belleza que somos y para alegrarnos en el nombre de Jesús, el Dios joven que ama a los jóvenes y que siempre sorprende. Nuestro Dios siempre nos sorprende’ (Discurso a los jóvenes, 28 de abril de 2024).
Es sorpresiva presencia de Dios en nuestra vida anima nuestra esperanza, nos fortalece en nuestro andar. Muchos quieren que los que creen en Jesucristo se retiren en sus sacristías. Hoy queremos comprometernos a recobrar la valentía para ir al encuentro del mundo, dialogar con la ciencia y la cultura contemporáneas como ustedes hicieron durante estos días, hacernos constructores de puentes, artesanos de una nueva cultura capaz de promover la paz, el respeto mutuo, el diálogo, el amor. Los discípulos de Cristo somos en este mundo ‘peregrinos de la esperanza’. Donándonos la dicha de celebrar el Jubileo del 2025, el Santo Padre decidió empezar su Bula con palabras muy llamativa: “La Esperanza no defrauda” (Rm 5,5(. Sigue el Papa “Que el Jubileo sea para todos, ocasión de reavivar la esperanza” (Spes non confudit,1). Queridos hermanos, permítame decirles que en el mundo hay un gran deseo de profundidad, una gana inmensa de encontrar la presencia de Dios.
Allí viene, la responsabilidad de los peregrinos de la esperanza. Muchos quieren pintarnos un mundo descristianizado, indiferentes e ignorante de la fe, incluso más que hostil hacia ella. El Papa nos enseña. “Es necesidad poner atención todo lo bueno que hay en el mundo para no caer en la tentación de considerarnos superados por el mal y la violencia. En este sentido, los signos de los tiempos, que contienen el anhelo del corazón humano, necesitado de la presencia salvífica de Dios, requieren ser transformados en signos de Esperanza” (Spes non confundit,7).
El cristianismo es un acontecimiento que surge de la presencia de Cristo en la historia. La verdadera y evidente novedad del cristianismo es que el misterio de Dios viene a nuestro encuentro, se hace carne. Cristo habita nuestra historia. ¿Entonces por qué seguimos teniendo miedo? El encuentro personal y real con Cristo tiene que marcar profundamente nuestro ser. Esa es nuestra identidad más profunda. A partir de esta identidad podemos encontrar a nuestros hermanos que buscan un sentido en su vida y dialogar con ellos.
Nuestras universidades, nuestros colegios, nuestras comunidades tienen que facilitar este encuentro entre Cristo y el mundo, entre los creyentes y los paganos, entre los que son ya discípulos de Cristo y los que buscan la verdad.
Nuestras comunidades, más que oler de incienso tendrían que oler de humanidad. Tenemos que volver a Cristo y ponernos a servicio de la humanidad, lavarles los pies a los caminantes que buscan caminos, y como en el buen samaritano tenderle la mano a los que quedaron desilusionados por el mundo. Movernos del centro, purificarnos de tantas formas de egoísmo en el primer paso para que el mundo quede libre de todas las maldades a los cuales la historia nos está acostumbrando.
En el misterio de la Santísima Trinidad estamos llamados a contemplar al Dios que decidió involucrarse profundamente en la historia de nuestra humanidad. Dios actúa en la historia de la humanidad, realizando maravilla. Él se hace prójimo, haciéndose a la vez necesitado y salvador. Pasa los mismo en nosotros: diariamente estoy llamado a tender la mano para pedir ayuda o para levantar a mi hermano necesitado. Miren lo que nos hace Dios, “Nos hace hijos adoptivos por quienes clamamos ‘¡Abba! ¡Padre!” (Rm 8,15b). El Dios invisible e inaccesible se vuelve tan cercano a nosotros que podemos llamarlo “Padre”. Dios mismo quiere involucrarnos en una relación familiar e íntima.
Hoy, podemos celebrar la fiesta de la Santísima Trinidad porque la misma Trinidad se ha revelado. La mente humana siempre ha buscado en el origen de la magnificencia del universo y siempre se ha planteado la pregunta sobre el sentido de la existencia. Esta investigación ha llevado a las mentes más refinadas a reconocer en un Dios creador la fuente de todo. Es cierto, la mente humana puede reconocer la existen de Dios, pero no puede descubrir a Dios como Trinidad. La única definición posible que describe perfectamente a nuestro Dios es:  “Dios es u amor” (1 Juan 4,8). Contemplando al Amor crucificado descubrimos a Dios-Trinidad, océano infinito de amor que derrama el reflejo de este amor creando, salvando y sacrificando. Frente a toda esta grandeza, casi nos conmueve pensar que Dios quiere hacernos sus “comensales” en el banquete del cielo, quiere compartir con nosotros su alegría.
Ahora podemos comprender mejor el mandato que el Señor da a sus discípulos. Mientras se prepara para ascender al Padre y enviar al Espíritu Santo, el Señor manda a los discípulos a comunicar a todos los pueblos la chispa de vida divina que él trajo al mundo. Ahora les toca a los discípulos difundir el conocimiento de la Trinidad. Dios quiere que seamos sus colaboradores en la enseñanza de la verdad, en la difusión del bien y en la construcción del Reino. Oigan, esta linda exhortación del Papa Francisco: “Tú que quieres tomar las riendas de tu vida, ¡levántate! Abre tu corazón a Dios, dale gracias, abraza la belleza que eres; enamórate de tu vida. Y luego ¡Ve! ¡Levántate, enamórate, y ve! Sal, camina con los demás, busca a los solitarios, colorea el mundo con tu creatividad, pinta las calles de la vida con el Evangelio. Por favor, pinta las calles de la vida con el Evangelio” (Discurso a los jóvenes 28 de abril 2024).
¡Hermanos y hermanas!
¡No tengan miedo! En cada discípulo de Cristo tiene que surgir un sentimiento de gratitud y de alegría, combinado con una profunda responsabilidad por el mandato que hemos recibido. Dios Trinidad enseña que el amor dado y recibido es fuente de relaciones auténticamente humanas. Estas relaciones que tienen la forma del Amor divino nos brindarán la verdadera felicidad. Elevemos nuestra mirada hacia Dios, para ser iluminados por su luz; dejémonos alcanzar por el amor trinitario para ser reflejo de él en el mundo. Entonces, seremos verdaderos peregrinos de esperanza, capaces de contagiar al mundo entero con nuestra fe vivida en el día a día.
A María encomendamos el camino de nuestras familias, de nuestras comunidades eclesiales, de nuestros Pastores, los esfuerzos de los hombres y mujeres de buena voluntad que trabajan por la paz. A la Virgen Santísima encomendamos los enfermos y los pobres del mundo, los niños y los jóvenes “Gloriosa Madre de Dios, siempre virgen María, muéstrate madre de todos, Dulce reina del cielo, danos días de paz, vela por nuestro camino, déjanos ver a tu Hijo, lleno de agría en el cielo. Amén.”

El Coro de la Universidad Católica, Campus Itapúa (CORUCI) cerró con el Hallelujah de Haendel, y el “Feliz Cumpleaños” al Mons. Francisco Pistilli, Obispo de Encarnación, quien celebraba el mismo día un año más de vida.
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